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Textos

Arrojamiento del yo a la noche

El comienzo de lo concreto casi olvidado.

Quisiera recordar
y la pereza me invita a mañana.
Quisiera escribir para que perdones mi ausencia
y mi no-olvido o desinterés,
que se transforma en
preocupación inactiva e insatisfecha.
Pero te dedico
y homenajeo aquel momento
que sentimos lleno de sentido
y que fue ofrecido por lo que provocó encontrarnos.

Estoy abierto. Y no le doy prisa. Y no le doy prisa porque me da miedo. Y no le doy prisa porque sé que es inevitable, una suave calígine que recuerdo a través de un día soleado y por lo tanto activo y saciable.
Una suave calígine que provoco recordar para hilar este discurso con una antigua preocupación de Noche y de frío. Una lluvia que vacía una oscuridad hueca y suficiente.
Una oscuridad que se pretende enorme. Una colección de objetos que hablan la oscuridad, de la que sólo dispongo su primer elemento.
Que es un cuento infantil. Que habla de miedo. Pero comienzo mi trabajo que es comenzar mi vida y mi actitud y mi oscuridad en que escarbo hasta que sale sangre.

Y vuelvo a sentir miedo, y mi sensación
de control se hace transparente en el
mismo momento en que intervengo. Y se
abre de nuevo el espacio, el frío, la
ineludible noche.

Los orígenes.

Y me sumerjo. Problemática que es diurna y nocturna, en que me divido ineludiblemente. O evitable acción de búsqueda de conocimiento más bien experiencial de un yo que deseo constituir y que no puedo excluir que me puede, que es el que me da forma y timidez gigante.
Realmente es un yo anterior a mí mismo, si podemos hablar en términos de realidades, del que nazco con constancia fidedigna. Un yo que habita en el hueco suficientemente nombrado con anterioridad y que dicho con la frialdad helada del miedo se me presenta abyecto. Terror que no ajeno: constituye, es natural y proporciona la locura necesaria.
Locura que transita, que es personaje dialogante, que se oculta en situaciones en las que se pretende intuible y social. Metasocial, socio, colega afinado con el diapasón de la nocturnidad de la muerte. Que araña. Infinidad de opciones de trabajo, de las que escojo una pequeña e insegura muestra. Y me debilito al decirlo y al hacerlo más evidente si es posible. Todavía no entiendo mi comportamiento, y es algo que me hace más nimio e impensable y sospechoso… confluyendo las tres vías en la denominada y carente de sentido: vergüenza.
Comienzo entonces a plantear una multitud entre la que procuraré encontrar la falacia que sustenta.
Engañosamente pretendo estructurar: pretendida polivalencia, polisignificativa, múltiple, compuesta, plural, agregada participación que cristaliza en una única, actitudinalmente equívoca, fuente.
Y cada momento es un dibujo, me dijeron. Y me sigue emocionando el paso del tiempo traducido en acciones del intelecto, de la barriga y del intestino.
Unos cuadros no son ni el destino ni el origen.
Son un alivio que a veces duele. Cordón umbilical entre el adentro y el afuera. Mis poros transpiradores que evitan la oquedad continua y constante. Soplidos, piedras de plastilina en que apoyo la oquedad extrema y que salen… los salgo.
El miedo frente a ellos es menor, porque ahora me sustentan y soy consciente de ello, que no antes. Me tapan el espacio nocturno en el que veía el vacío intersticial.
Dos estados:

1. Energía, fuerza, potencial de creación y acción en cualquier sentido de movimiento. La enormidad gritando. Ojos abiertos y con dientes.
2. Vacío, hueco enorme en que la pregunta y la timidez coexisten frente a la muerte. Energía destructiva por inoperancia e impotencia.

Me enfrento y soy fuerte o frágil sin avisarme, aunque me respalda la nocturnidad abundante y esencialmente insustancial.
Me deja caer y trato de disponer condicionantes y la cavidad se hunde en ángulos difusos. Me deslizo a través del intervalo y los vértices se revelan más lejos de lo habitual. Imposibilidad de una referencia de espacio o tiempo en pos de un recorrido constante. Y me canso y no siento mis miembros porque sinestésicamente siempre hay un más abajo. Y está lleno de nada.
Y he tenido que encontrar bichos pre-textuales como pretexto de un momento anterior en el que no sentirme culpable. Ahora puedo seguir pensando bichos, si es que esta nominación acaba de convencerme y, besos y nubes y lluvias…
Y todo es insertado por el autor en el agujero. Y me meto con ello y me canso más, fortaleciendo el cosmos, que no sé si es micro o macro o simple unidad perfecta porque es creada.
Y a lo mejor estoy demasiado subyugado por
esta noche. Posiblemente debería abrir nuevos
sistemas y menos estrategias de conocimiento.
Y puedo olvidar, sólo hacer, porque actúo y
relato actuaciones que acaban por existir.

Parece que sólo puedo escribir sobre sí mismo. Y ahora me siento sujeto a una voluntad determinante y peligrosa. Acción de integrar lo actual con lo subyacente, lo necesario por elección de vida impuesta, con lo que constituye un acto de creación de una especie y un universo.
Banalidad, porque escribo ahora y no dentro de dos días. Y sin embargo necedad indispensable en una situación que debe obtener objetos concretos en los que poder traspasar algo de la carga esencial en equivalentes.
¿Y por qué no olvidar mi inevitable función salvadora? ¿y por qué no liberarme de la carga que como un pecado me remite al sufrimiento de un acto que debiera haber evitado cometer?
Por ejemplo, imitándome en otro lugar acontecido: tierra de volcanes, de cinco, para ser más exactos, donde comienzo definiendo nuevos componentes difusos y abstractos en serie.
Serialmente, estos nuevos elementos micro-particulares se aprisionan en una ola de dispersión optimista, nada vulgar. Eso sí, constante y como dije, dispersa. Y colorista, como es habitual, cada color perfectamente razonado y azul en su justa medida, delimitando aspectos que en otra circunstancia me hubieran desconcertado. En este instante creativo puedo comenzar a reflexionar sobre una fragmentación que ya había intuido dos o tres veces antes y pienso que si logro constatarla, este si mismo del que escribo se me presentará desde otro ámbito de la insensatez, lo cual nos honraría a los dos.
Quizás podría dejar de plagiarme, como en ulteriores ocasiones y centrarme en el vacío absoluto y callado, para pensar qué enunciados deberé representar.
Lo primero podría resolverse en un esquema de posibilidades de discernimiento. Sugerencias que pervirtiendo la entidad de la propia noche, me acercasen a las entrañas inventadas. Hay cosas que son perfectas. Porque me emociono. No quiero saber más de ellas que lo que me ofrecen, aunque sea sólo una vez, posiblemente una. Quizás lo que tenga que clasificar y llenar de estratos es una noche perfecta, completamente indefinida y abundante. Una noche oscura, de las que me asustan porque dejan de hacerme posible encontrar mis pies. Llevo todo el día escuchando a los gatos, y se pelean constantemente. Y eso hace que mis pies se me hagan un poco más visibles, y menos acabada la noche.
Un hombre está hecho de todos sus actos.
Lleva su vida a cuestas y en su mirada. Lleva su miedo.
Por eso solamente conocemos a algunas personas.

No sé si merece la pena encontrar la noche. O más bien, que la noche me constituya. No sé si es mejor no darme cuenta que existe, o si debo fingir que la desconozco. Al concentrarme se me presenta inconcebible, extremada, insaciable frente a todos mis actos. Mis actos que como decía, me integran, como la noche.
Y me apabulla. Y exagera mi propia noción, lo cual me hace rendirme a una nada, a un nuevo vacío que se resuelve en la misma nocturnidad primigenia.
Y me encuentro de nuevo en el segundo estado.
Por eso no sé si debiera enajenarme. Me siento ridículo, cansado.
Soy un sonámbulo en la indeterminación. Y me siento solo. Y me pongo a llorar aunque no tengo derecho.

Reflexión sobre el peso de mi barriga.

Intra-reflexión.
No puedo concentrarme en otra cosa. O más bien, los textos que deberían ser pensados en orden se mezclan los unos con los otros.
Me asusta la falta de perspectiva. Temo no distinguir lo que necesito de lo que debería ser necesitado en una evaluación exigente de ciertos preámbulos. Vuelvo a recordar que mi barriga tiene fondo y que todo permanece en su hueco. Me pesa la barriga. Me siento débil.
En estos momentos me siento seguro ante las otras personas y me refuerzo ante los encuentros habituales. Tengo suerte de no enfrentarme realmente al haber optado por la felicidad, que me salva.
¡Queda tanto por vivir, desechando todos los demás derroteros y desvíos de la norma… o la propia norma manipulada para que no sea habitual, tratando de establecer conexiones entre el mundo y un yo intenso que a veces se estremece!
Si lograra colocarme conscientemente en un punto levantado del suelo y equidistante a los ejes preestablecidos, entonces debería parecerme muy sencillo.
Naturalmente la ubicación debe ser manipulada. Como creador debo elegir en cada momento la ubicación desde la que establecer el juicio de los diversos criterios que se puedan ir desencadenando a partir de la acción creadora.